Baules, y sobre todo un reducto de clases pudientes, en donde el capitán era un parte importante de este microcosmos. Frente a los grandes centros de diversión de hoy, en donde cada pasajero es anónimo, en otras épocas nos encontramos con pequeños barcos, donde los pasajeros se reunían en cada esquina para socializar. El capitán, como parte esencial, formaba parte del círculo íntimo de pasajeros de primera clase, siendo la pieza central en esta socialización obligada. Fiestas, invitación a mesa del capitán, y siempre dispuesto a informar personalmente a su reducto de pasajeros sobre las efemérides del crucero. Era parte de que el pasajero se sintiera especial.

Hoy un crucero tiene poco que ver con ese código de etiqueta de clases pudientes, estando democratizado el espacio. Sin embargo, mucha gente se embarca, con decenas de tópicos en su mente y a precios “low cost”, sentirse que navega en un crucero de toda la vida. Se han reducido enormemente ciertas ceremonias, aunque se sigue manteniendo la “noche de gala”, o “cena del capitán”, en donde por una vez en la vida, se recrea un mundo de elegancia perdida, artificial, y sobre todo ya comercial. Dependiendo del barco, en las de lujo hay un contacto diario y personal con el capitán,  en las generalistas  se reduce a una de las noches, máxime dos.

¿Pero en que consiste la noche de gala?. Siendo serios, en una disculpa para ponernos elegantes, sacar el traje de boda y esencialmente intentar conseguir una copa de cava gratis, y algún que otro capané, en un inmenso teatro lleno de personas. Suele haber una o dos (bienvenida, y despedida), y se celebra usualmente en el gran teatro del barco. Decenas de personas hacen cola usualmente una hora antes de la cena para entrar en el teatro. ¿Y por que hacen cola?. Las navieras son especialmente cuidadosas para comercializar el momento. Uno a uno, los pasajeros irán entrando por una sola puerta en donde está en capitán, y el fotógrafo nos hará una foto con él, mientras le damos la mano. Mientras nos sentimos, los reyes del mambo, esa foto será procesada y vendida “a precios abusivos”, en la galería de fotos. ¿Qué más da el coste?. La mayor parte de los pasajeros quieren vivir el momento de “lujo”.

Una vez dentro, habrá una copa de cava, y unos camareros que pasarán rápidos como una exhalación, delante de cientos de personas, que se afanan por el canapé de turno. Aproximadamente un cuarto de hora antes del turno de la cena, el capitán cogerá el micrófono, y aunque lo tengamos a varias decenas de metros de donde estamos, nos dará la bienvenida, e irá presentando su staff uno a uno encima del escenario. Las noches de gala suelen continuar en los comedores principales. A veces con menú especial (la cola de langosta ha sido sustituida por el bisque químico de salmón), y otras con show de la tripulación. Las velitas, o el omnipresente “Bake Alaska” de postre no están siempre presente. Y sobre todo, a no ser que sea un pasajero frecuente o vip con cierto enchufe, cenar con el capitán es misión imposible. Como acto social con difícil encaje en el mundo de hoy, es un acto que está en franca retirada. Por un lado, el pasajero se hace cada vez más frecuente, y lo considera cansino. Y otras, la relajación de las normas de vestimenta hacen, que cada vez más pasajeros no tengan a bien cargar con el usual traje de gala. Si en otras épocas, el pasajero compraba experiencias, hoy la reducción de costes hacen que estos frívolas tradiciones sean carne de cañón, para desaparecer de forma paulatina. Salvo en las navieras de lujo, y barcos estilo "Yacht" en donde se mantienen ciertas etiquetas, y cada noche es una "noche de gala", y el capitán siempre a nuestra disposición. 

Francisco Camino.