Tras pasar dos días fabulosos, nos pusimos en marcha hacia Barcelona, no sin antes aprovechar una última parada por tierras zaragozanas, para comprar en Calatayud unas cuantas botellas de vino, ventajas de ir en coche
.
Llegamos a Barcelona el viernes 28 al mediodía. Fuimos derechos al hotel que habíamos reservado, en Molins de Rei, de la cadena Holiday Inn. El precio inmejorable, apenas 60 euros una habitación cuádruple y con desayuno incluido. Para un estancia corta está muy apañado. La única pega es que está en las afueras, al parecer se puede ir a Barcelona en tren fácilmente, pero como nos habíamos llevado el coche, en 20 minutos estábamos aparcando en pleno centro. Aprovechamos la tarde para dar un paseo por la parte del Raval y el barrio gótico y acercarnos a la Catedral de Santa María del Mar. Cenamos por la zona, evitando los sitios de guiris (a punta pala, qué cuidado hay que tener y qué manía la de anunciar paellas de bote a voz en grito).
El sábado cogimos de nuevo el coche y nos acercamos al Parque Güell. Actualmente está dividido en dos partes, una pública de acceso libre y la parte más monumental, de pago y con entrada a horas concretas. Lo mejor es comprar con antelación las entradas, de lo contrario encontraréis una cola inmensa. Nosotros llegamos a las 11 y nuestros tickets eran para las 13:30, así que aprovechamos para visitar primero la parte pública.
Acabamos la visita cerca de las tres y estábamos agotados por el calor. Mira que en Sevilla estamos acostumbrados, pero no a la humedad y en Barcelona el calor es especialmente pegajoso.
Decidimos regresar al hotel, pero antes paramos en un hipermercado que hay justo a su lado y compramos merienda y cena para hacer un picnic en la habitación. A las petardas les encanta y es muy práctico cuando sólo te apetece un poco de tumbing y relax ( y más barato, que cuatro comiendo en Barcelona sale por un ojo de la cara).
Aproveché la tarde para preparar las maletas para el embarque, dejando aparte las mochilas donde llevaríamos los bañadores, los medicamentos y las cosas de valor. Qué emoción cuando pones las etiquetas de embarque a las maletas
.
A la mañana siguiente nos levantamos temprano y nos fuimos a dejar el coche en un parking cercano al puerto, ya lo habíamos dejado allí el año pasado y nos fue muy bien, así que repetimos. Aparcamos y nos acercaron en coche a la terminal. El proceso de embarque fue rapidísimo. Nos saltamos una cola enorme por ser Gold, y eso que es la categoría de socio más básica, pero nos vino genial, pasamos directamente a los mostradores y en 10 minutos estábamos subiendo al barco.