Llegada a Venecia (Día 12-08-08)
A las 4:15 horas de la madrugada llegaba nuestro taxi para trasladarnos al aeropuerto. Viajábamos por primera vez con Clickair y teníamos un poco de gusanito por ver como se desarrollaban todos los trámites. Con nuestras tarjetas de embarque previamente impresas online, nos dirigimos a la cola destinada a ello y en unos minutos teníamos facturados equipajes sin pago por exceso con mogollón de kilos de más que superaban con creces los 20 Kgs por pasajero que exige la compañía. ¡Buen comienzo!
Puntualmente llegamos al aeropuerto de Marco Polo y allí comenzaron las negociaciones con los taxistas “terrestres” a quienes dimos pasaporte rápido por el desproporción y abuso en los precios y nos subimos al bus que por 3€/pp nos llevó hasta Piazale Roma. ¡Teníamos todo el tiempo del mundo para el embarque! Así que, tras preguntarle a un policía local si existían buses que nos llevaran a la terminal, nos decidimos a esperar con otro grupo que tenían la misma información que nosotros. Resumiendo: NI LOS HABÍA ni por casualidad paraban donde ese “atento” agente nos había dicho. Tras más o menos 90’ de espera y elucubraciones decidimos pillar un taxi (que no se veían por ningún lado desde nuestra perspectiva). Una vez localizados la cola impresionaba y además no había ninguno disponible. Otra vez de regreso al punto del bus fantasma y ya, cuando comenzábamos a convertirnos en un charquito de sudor, Jesús y yo decidimos ir a por el 6 que iba a Tronceto. Como su parada estaba cercana a la de los taxis asomamos nuevamente la cabeza por si acaso y…¡Eureka! Montones de ellos a las espera. Por el módico precio de 14 € nos plantaron en la terminal.
Una vez allí todo más o menos normal solo que ya el servicio de HAL apuntaba hacia el “ahorro” que luego confirmamos a lo largo del viaje. HAL ofrecía agua fresca y una especie de líquidos azucarados de colores (no se como describirlos) y unas pastas como tentempié, pastas que en un lapsus de 10’ habían desaparecido del alcance del pasajero mostrándose semi ocultas y amontadas por un resquicio de las mesas. ¡Los primeros pillaron, el resto ni se enteraron del detalle!.
El embarque lento pero seguro. Una vez puesto el pie en el barco justito el “welcome on bord” con escasa sonrisa y uno que nos introdujo a saco en un ascensor y nos soltó en la cubierta Lido (la nº 9) diciéndonos que no nos acercáramos al camarote hasta que oyéramos la orden por megafonía. -¡OK, Thanke you!- le respondimos. Pues vamos a inaugurar nuestro llegada con un bebercio por aquello de hacer tiempo hasta las 13:00h previstas para ir a inspeccionar nuestra cabina y depositar el equipaje de mano. Pedimos su lista de precios y Jesús solicita una Heineken: No hay, se les han acabado. ¡Empezamos bien!. A las 13:30 aprox. oímos la señal por megafonía y acudimos a nuestro camarote. El 4060. ¡Lo mejor del barco! Son amplios, muy bien distribuidos los espacios, armarios con suficientes perchas para todo y baño con bañera. ¡Perfecto!.
El resto del día lo pasamos intentando localizar al Maître d’Hotel para cambiar el dichoso “Open siting” que nos habían adjudicado por una mesa fija (pese a solicitar con la reserva sitio fijo y segundo turno). ¡Misión imposible! Ni en su espacio, ni en su extensión… Total que llegados al momento de la cena nos encontramos con un caos indescriptible, con el personal desbordado y maleducado, y sin posibilidad de negociar la mesa de marras. Subimos al fijo y ni caso: Open seating y para abajo otra vez. Finalmente nos dan un aparatito que lanza un pitido y un aviso cuando tienes tu mesa. Solo salir de la aglomeración comienzan a sonar tropotocientos pitidos por todas partes. Media vuelta y otra vez estamos en manos de los “malcarados” recepcionistas del restaurante que nos colocan en una mesa sin poner, luciendo una espléndida mancha en el mantel que no nos fue repuesto. Cuando pedimos carta en español: ¡No tenemos! Cenamos más o menos sobre las 9:30 horas (Hubo gente que cuando salimos aún estaban haciendo cola para entrar).
Tocaba ir a tomarse una copita y pasar un ratito relajados. Oímos musiqueta en la cubierta 3, lugar correspondiente al Ocean Bar. Pregunta obligada en mi caso…¿Dónde se puede fumar? En el rincón del fondo. ¡Ya es algo!. Nos pedimos una botella de champagne y al cabo de una horita más o menos (11:45h).¡Final del show! Todavía no tenemos el Programa del día así es que preguntamos al camarero donde se puede seguir un poco la marcha: ¡En ningún sitio! ¿¿¿??? Luego vimos que a partir de las 11:30 echaban a los niños de la discoteca y se podía seguir en plan adulto. ¡Buena información por parte del personal!. A lo largo del crucero pudimos apreciar que NO SE ENTERABAN DE NADA o pasaban de todo.
Tempranito a dormir cosa que vino muy bien ya que la noche anterior, y por aquello de tenerse que levantar a las tres de la madrugada, preferimos no acercarnos a la cama.
(Continuará y espero no os aburra demasiado)
Pies de Foto de izquierda a derecha:
1.- Coincidimos en Venecia con uno de Crystal, Gran Mistral y llegada del Queen Victoria.
2.- Esperando el embarque en la terminal.
3.- Careto de Jromseb en la mesa del "open seating" despues de la movida y de que el recepcionista, al solicitarle por favor atención en español, le espetara:
"No hablo español y no es mi problema" ¡Educadísimo el chaval!